domingo, 9 de diciembre de 2012

Cristina Validakis-Argentina- en IV ELILUC




 LA ESCRITORA DEL LAGO

       Estoy detenida en el cuarto renglón. Me he caído en una palabra que me encerró y me tildó. No puedo avanzar en la obra y por más que busco sinónimos, antónimos, parónimos y homónimos que me saquen del asfixiante encierro, sólo puedo  ponerme entre paréntesis y detenerme. Me sumerjo en la palabra que acabo de teclear: “improbable”. Vuelvo hacia atrás en el texto: “el delito es improbable... el pecado es improbable... el suicidio es improbable... el asesinato es improbable...”
        ¿Improbable? Releo la palabra con una mezcla de desazón y euforia, sintiéndola, en las circunstancias que me envuelven, casi profana. Ese prefijo que quita.  El prefijo de la carencia y la pérdida,  ha dejado de pronto, mi novela en suspenso y sin concluir. Porque si el delito, el suicidio, el asesinato, el pecado de mi protagonista es improbable, entonces sus actos quedarán impunes. No existirán huellas, ni marcas, ni señales de lo cometido. Ni siquiera un cabello, un fragmento de su piel, una gota de sangre, una marca de sus zapatos, una huella digital, una pequeña fracción de ADN que la involucre. Sin embargo, tanta impunidad me rebela. Gabriela, la protagonista de mi historia no lo merece. Ha transitado todo la historia, con la audacia y la arrogancia de los hipócritas,  de los que fingen ser particularmente generosos y justos, mientras sobornan sus sueños y  se sumergen en extraños paroxismos de sentimientos oscuros. Y sólo para conseguir lo que se proponen sin importar que el engaño y la mentira se conviertan en el eje de sus vidas. Sin importar que la infidelidad los hunda en un  caos de asesinato, dolor y  miedo.
         No es justo, me repito, mientras una extraña satisfacción comienza a invadir mi ánimo de escritora pensando en el final.  Vuelvo a la palabra “improbable” y siento la profunda tentación de quitarle el “im” para que la justicia se haga cargo de mi protagonista, para que se encuentren los cabellos que sabiamente aspiró de la alfombra, las huellas que nunca dejó porque usó guantes, las marcas indiscutibles de su ADN,  en pequeños fragmentos de su piel  bajo las uñas de la mujer de su amante.
          Abandono el teclado, y decido dar un recorrido por la habitación donde estoy escribiendo. La habitación es pequeña, la última de la cabaña que compramos hace años con el hombre de mi vida para escondernos del mundo. No es azaroso que hoy lo recuerde, con la palabra “improbable” golpeteando en mis sienes. Ese hombre con el cual no tuvimos más alternativas que huir para resguardar ese amor prohibido que nos unía y que la sociedad censuraba. La cabaña a la orilla del lago, fue nuestro refugio de fines de semana absurdos y desolados, donde intentábamos calmar nuestras respectivas angustias. La elegimos justamente por estar aislada  y rodeada de un maravilloso bosque de pinos azules  y porque el lago, reflejaba las sierras nevadas en las tardes de invierno.
             Sigo caminando y desciendo los peldaños que me llevan a la sala, detengo mi mirada en la danza de llamas del hogar encendido, frente al que tantas noches hicimos el amor refugiando nuestros miedos en abrazos y besos. No puedo impedir las lágrimas recordando su sonrisa, su última sonrisa antes de caer lentamente al agua del lago, con un disparo en el pecho.
                 Miro la alfombra. Está relucientemente limpia. No hay huellas, ni polvo, ni marcas.  Vuelvo al teclado de mi computadora  y a la palabra “improbable”. Improbable como lo fue la opción de vivir, una vida juntos. Como lo fue la alternativa de encontrar una solución al fraude emocional en el que nos sumergimos casi sin darnos cuenta. Como lo fue la  posibilidad de impedir que lo mataran. Allí, justo, frente al lago que amábamos.
                Ahora sé que lo único que puede probar lo que ha pasado en este lugar, es esta historia que he comenzado a escribir como una manera de superar tanto horror. Y que la única decisión  que queda por tomar es, si continuaré con el relato, si seré capaz de explicar que soy la única culpable, que fueron mis errores los que nos condujeron a los tres a este lugar. Que fue mi incapacidad de  dejarlo, de alejarme de él cuya principal responsabilidad era cuidar de su esposa, su loca esposa, pero su mujer al fin... las que hicieron  que perdiera a mi amor.
               Entonces miro la alfombra... vacía... vacía de cuerpos amándose... vacía de huellas de actos violentos, asesinatos y suicidios... vacía de ternura y pasión, vacía de dolor y muerte...
                Y vuelvo a pensar en la palabra que me ha tildado, que me ha encerrado en esta desazón  porque no tiene sinónimos, ni  continuidad posible. Es improbable que alguien encuentre sus cuerpos... eso ya fue resuelto. Es improbable que alguien los reclame y si así fuera que los asocien a mí, la escritora solitaria de la cabaña del lago.
              Sí,  es improbable que alguien descubra este lugar, y la historia que se esconde tras el bosque de pinos azules, como es improbable que a alguien le importe esto que escribo, para soportar la tristeza.
              Aprieto la tecla de borrar y dejo la página en blanco. Como si nunca hubiera escrito nada.  Esa es la magia de la tecnología donde, a diferencia de la vida, todo se puede deshacer en el tiempo tan fácil, como si jamás hubiera ocurrido... sin dejar huellas. Y luego, con la tarde dibujando mi sombra sobre el sendero helado, camino por última vez lentamente hacia el lago...

                                    CRISTINA VALIDAKIS
                                Río Tercero, Córdoba, Argentina.

                                               EL SILENCIO DEL SIKU
   Había encontrado el silencio, su mágico refugio dentro del  Siku. Se había dormido mirando la luna. Y a un costado, el perro guaso y pulgoso, arrebujado en un trapo sucio, le hacía compañía. Sus sueños estaban muertos. Sus familiares extraviados, sus amigos ausentes. Nada quedaba, más que esa enorme luna  rapada, el perro, y el mutismo desarraigado del Siku. Dos, tres notas…adormecidas, atrapadas para siempre en el instrumento musical de cañas.  El mar golpeando en la roca y un pie apoyado en la orilla del acantilado. 
     La luna ascendió despegando primero  su mentón del agua y estirándose, como si se desperezara… cambió de tonos, del rojo sangre emulando heridas sin curar, al blanquecino pálido de  la muerte absoluta. Esa muerte que Edmundo vino a buscar a la orilla del mar. “Cuando llegue al centro del firmamento”- se dijo como poniéndole un plazo posible a su audacia, o a su cobardía. Las olas inmutables, siguieron trayendo la cadencia  de su viaje de siglos, horadando la roca. Un sonido, dos, tres notas. Entonces, se llevó el Siku a la boca y emuló el canto de las ráfagas saladas. “¡Edmundo!!!, ahí estás!” llegó la voz . Dejó el Siku debajo de la piedra, donde lo guardaba siempre. “Otra noche será” se dijo con pesada resignación. “A veces ni siquiera podemos elegir, la música de la propia muerte” añadió a ese mar que entonaba su melodía de siglos. Y caminó hacia la voz, que de tanto odiarla, seguía siendo su prisión…
                                                                              SEUDÓNIMO: IRIS DE ANDRÒMEDA
                                     

                                         LA CAUSA DE LO INJUSTO

       Mutilar el sentido de la invulnerabilidad es tan injusto como irreparable.
Una explosión, dos, tres... a quién le importa cuántas fueron, sólo se sucedieron en hongos incandescentes sobre el cielo de la mañana de noviembre trastocando el paisaje.  Nadie pudo contarlas, sólo los que como yo huyeron despavoridos del fuego, la locura y la muerte.
        Y luego, la ciudad se sometió al silencio. Pero no por el abandono de los que huían despavoridos  bajo una lluvia de fuego y esquirlas. Sino, al silencio de la injusticia, del reclamo desatendido y olvidado. Y al silencio de los Otros, los que con los ojos ciegos de dolor y desconcierto,  dejaron su vida, adherida a un pedazo de metal incandescente.
       Mucho después, milenios de reclamos más tarde, el Silencio es el Manto que cubre ahora, la Causa de lo Injusto.  La voladura de la Fábrica Militar, sigue siendo un secreto de Estado  mal guardado. ¿Los culpables...? Sonríen su codicia sin castigo, en macabros titulares.

                                                            SEUDÓNIMO:   IRIS DE ANDRÒMEDA

OCTUBRE

Llegaste desde octubre mendigo de amor
               y trashumante.
Mi piel estremecida de estíos floridos
                incendiaste.
Y desde octubre... tengo el tiempo sumido
en la vorágine interminable
                 de tu juego.
Juego de amor florido, y a la vez desierto,
donde tu sombra y la mía
                  inventan sacrilegios.

                                    SEUDÓNIMO:  ARENISCA

                 EL TIEMPO






Con su astucia eterna  - el tiempo –
me lava las heridas y pule los rencores.
Verdugo ineludible de futuros posibles,
arquitecto de proyectos,
cercanos e inasibles.

Su faz inalcanzable es crisálida de sueños.
Y en su tránsito eterno...
                         trasciende mis desvelos.
                                SEUDÓNIMO: ARENISCA


       RESEÑA BIO BIBLIOGRÁFICA:
 Cristina Validakis nació en Río Tercero (Cba.) en 1965.
Cursó estudios de profesora para la Enseñanza
 Primaria y de Psicología en la UNC,
trabajando en el ámbito académico durante 20 años,
actualmente ejerce como Directora de una escuela primaria
 en dicha ciudad.
         Recibió numerosos  premios en diferentes Concursos Literarios, nacionales e internacionales  como el Tercer premio en Novela de la Sociedad Cordobesa de Escritores, y finalista en el Certamen ADEPA Perú y diplomas de honor en Mendoza y Bs. As.   Publicó muchos de sus trabajos seleccionada por concurso que forman parte en 18  Antologías entre ellas:  de Ed. Línea Abierta Editora de Cba. ,   Sociedad Cordobesa de Escritores,  Ed. Dunken de Buenos Aires.- Ed. De las tres Lagunas de Junín Bs. As -  Ed. Nuevo Ser de Bs. As. Por esta última selección fue distinguida  por la Legislatura de Cba. y declarada Benefactora de la Cultura por la Legislatura  al participar como panelista en  la Semana del Libro y el Autor Cordobés 2005. En el año 2006 recibe mención otorgada por la Biblioteca Justo José de Urquiza de Río III en su Premio Bienal a los artistas de la ciudad en el rubro Literatura. Publicaciones periódicas en el Diario Tribuna también en Literarte digital y Mandala Literaria. Publicó el libro “De Raíces y Huellas” de Ed. De los Cuatro Vientos Libro de novelas cortas- 2005 y el Pomeario “Entre Vuelos Mareas y Zozobras – Edición de Autor 2012-  En el año 2008 recibe mención en poesía y publica con la Ed. El Búho Rojo (España), en el 2009 publica en Italia  y en el 2012 publica con Ed. Javysa en España. En el año 2010 es elegida Presidenta de la Filial de AMA ( Asociación Cultural Internacional) en Río Tercero hasta la actualidad. En el año 2011 es cocreadora y conductora  del Cafè Literario “Entre Música y Palabras” en Río Tercero. Actualmente es Delegada Cultural de la UHE ( Unión Hispanomundial de Escritores) en Argentina y Moderadora del Portal.
         Tiene dos poemarios y tres novelas escritas aún inéditas  participando en estos momentos en diversos concursos literarios internacionales y una novela y un libro de cuentos en elaboración. 

http://cristinavalidakis.blogspot.com/